Nuevos procesos e ingredientes para la obtención de panes proteicos

Nuevos procesos e ingredientes para la obtención de panes proteicos

Todos teníamos nuestro tipo de pan a lo largo y ancho del planeta.
Un alimento básico adaptado a las diferentes culturas y cuyas diferencias determinaban, incluso, la forma y el contenido de la dieta.
Así era, hasta que llegó el pan proteico y lo puso todo pastas arriba, para bien.

Nuevos procesos e ingredientes han convertido el pan, o quizá deberíamos decir el consumo de pan, en un hábito para mejorar la calidad nutricional de la alimentación diaria.

Puede que el nombre llame un poco a confusión, pero solo un poco porque es muy sencillo explicar en pocas palabras porqué el pan tradicional no es pan proteico y qué ventajas puede aportar éste último a la dieta de cualquier persona.

El pan proteico sigue siendo, básicamente, pan, es decir harina de fuerza -que tiene más de un 10% más de proteína-, agua levadura y sal. También sigue teniendo la apariencia tradicional del pan en cualquiera de sus formatos: barra, molde, hogaza, bollos, etcétera y, por supuesto, mantiene esa cualidad deliciosa que lo convierte, para los consumidores y consumidoras, en un objeto de deseo: el olor, el aroma a pan recién horneado.

La diferencia entre el pan tradicional y el pan proteico radica esencialmente en que el segundo está elaborado no con harina, sino con harinas, en plural. Una variedad de harinas -con o sin gluten- entre las que destacan el trigo tradicional y el trigo sarraceno, la esbelta, el tiff o el garbanzo, las lentejas o el maíz; harinas combinadas con el objetivo esencial de aumentar el nivel de proteína del pan.

A esta mezcla se suma otra, la de semillas especialmente seleccionadas por su contenido en ácidos oleicos. Y, en este caso, el abanico es enorme y no para de crecer: desde las viejas conocidas semillas de girasol o calabaza, hasta las semillas de sésamo o chía, pasando por las de linaza, en cualquiera de sus variedades.
Un coctel proteico excelente que aumenta la calidad nutricional del pan contribuyendo a una dieta más baja en carbohidratos y con un porcentaje mayor en proteínas de origen vegetal.

En este contexto a nadie se le escapa que la base de un buen pan proteico es, al igual que ocurre con el pan tradicional, la excelente calidad de la materia prima en origen y en esto, empresas como Molendum, filial del Grupo Dacsa, son referentes.

Molendum, ofrece a sus clientes harinas de legumbres y granos ancestrales de trigo sarraceno, quinoa, amaranto, garbanzos lentejas o maíz, entre otras, para la elaboración de panes proteicos nutricionalmente equilibrados.
Harinas procedentes, exclusivamente, de la molturación del grano seco, maduro y limpio y, por supuesto, no modificado genéticamente.

Harinas preparadas para obtener los mejores panes proteicos, listas para ser acompañadas de las semillas que enriquecen el resultado final, complaciendo a los consumidores y atendiendo una demanda que no para de buscar la mejor calidad e innovación en un producto básico para nuestra alimentación cotidiana.

Ingredientes ancestrales que, gracias a los nuevos procesos de elaboración, consiguen un pan proteico que deja atrás antiguos prejuicios y ofrece todas las ventajas de un buen pan que hace las delicias de los paladares más exigentes y favorece una alimentación tan deliciosa como nutricionalmente equilibrada.

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